domingo, 17 de abril de 2011

EL CÍCLOPE.

Una vez creí que nada iba a pasarme,
que era inmune a lo que podía matarme.
Pero el tiempo pasó
y caí dormido en la arena
con una papa en la nuca
y chorros de arroz con queso
pero no sabía llorar.
Por un tiempo fui una rata de laboratorio
sometiéndome a errores
y a experimentos transitorios,
ahí conocí a la aguja con diez años
y no pude llorar, solo tuve que callar.
Después fui a un lugar
donde dormí otra vez
y al despertar no me podía mover,
como un cíclope veía
y solo un ojo movía
y todo pasó tan rápido
que no pude llorar.
Pero todo pasó,
la papa se fue,
miro el reloj
y me muevo otra vez.
Veo a la gente
en la calle pasar
y solo quiero llorar,
ahora puedo llorar.

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