Cuando la otra noche
estábamos los tres mareados
y ustedes no se acordaban
quienes éramos yo sabía que yo era ella,
ella era yo, el era los dos y todos éramos ala vez.
Pero yo no podía caminar
y de tú pierna me tuve que agarrar
cuando un liquido alcoholizado me vino a mojar,
me dejó fresco, helado y con el olor a la levadura
de una pizza sin sal ni harina.
Y a lo largo de la noche
fui sintiéndome como una calesita sin rumbo
que centrifugaba mi mirada
y afectaba mi motricidad.
Y así llegue a la casa de ella
dando vueltas en una calesita y en una montaña rusa,
hasta que me abrazó y me acostó en su nube.
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